Llegamos a Tokio por la tarde y en cuanto nos instalamos en el ryokan salimos para sumergirnos en Shibuya: luces, tiendas y sobre todo gente y más gente que va como le da la gana en el metro y en todas partes.
¡Que bonitos son los libros japoneses! Les echamos una ojeada por encima y parece como si todo el mundo estuviera leyendo poesía.
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